Cumpliendo un plan realizado a orillas del Malleo, compartimos la salida Silvia Lopardo, Sergio Rojas y quien les escribe. Desde el vamos, pintaba inmejorable. Y así lo fue.
Partimos desde Buenos Aires bien temprano. Entre mate y charlas el viaje se diluyó. Llegamos pasadas las 7:30 al muelle, allí nos encontramos con el guía Juan Pablo Codina (San Nicolás Pesca) con todo listo para arrancar.
El Paraná San Nicoleño nos recibió con una mañana nublada. Con la promesa de que abrirían sus cielos y el anhelo de poder conectar algunos de sus maravillosos peces, fuimos a su encuentro.
El dicho que dice «Dos mosqueros en una lancha son muchos, tres una multitud» no es para nada cierto. Habíamos pactado un sistema de rotación con el fin de que sólo dos pescadores estén casteando al mismo tiempo, para poder hacerlo con comodidad en la embarcación. La verdad que de nada sirvió, ya que primó la generosidad y buena onda espontanea. Fuimos cediéndonos los lugares a conciencia, como respondiendo a un sentimiento de necesidad de que todos disfrutemos por igual, una clara muestra de a lo que refiere la ética de la pesca con mosca.
Los dorados no tardaron en aparecer, junto a una corredera que erosionaba la barranca Silvia conectó su primera captura, y a los pocos segundos clavé otro en el mismo accidente: primer doblete.
La pesca se fue desarrollando intensamente, meta tiro a los palos y raspando barrancas, fueron saliendo dorados de entre 1kg y 2kg. La sorpresa y el trofeo de la jornada lo capturó Silvia, un hermoso ejemplar de 3kg y algo.
También hubo tiempo para divertirnos con la famosa Titanic slider, en una zona de concentración de doradillos, nos deleitamos con los ataques en superficie que le propinaban, saltos, roleadas, tarascones, la mayoría de los intentos por morder el señuelo fueron errados, pero visualmente muy atractivos.
Sergio con nervios de acero y excelente pericia se llevó la mención especial y logró una excelente captura de dorado en superficie.
Otro momento destacado lo tuvo a Sergio como protagonista, clavó un doradillo en una corredera que luego del primer salto fue atacado por otro dorado de gran porte. La línea y la caña se tensaron al máximo, en el agua hervía una lucha colosal que se prolongó varios segundos, hasta que finalmente el gran dorado soltó al doradillo que luego fue izado a la embarcación muy maltrecho.
Recordé las historias que escuché sobre Tsimane donde los dorados arriesgan su vida cada vez que salen a cazar, dado que quedan expuestos al canibalismo de sus congéneres y pasan de predador a presa en segundos. Qué magnifica especie y cuántos comportamientos impresionantes lo caracteriza.
La jornada de pesca culminó pasadas las 16:30 un excelente horario parar volver tempranito pa’ la casa, manejar todavía frescos por una ruta de día, etc. etc. Peeeeroo sobre la ruta avistamos un arroyo y no pudimos con nuestra pasión, bajamos “para ver” y terminamos armando las cañas y a seguir pescando. Sergio engancha y corta el líder, estábamos lejos del auto y quedó momentáneamente fuera de carrera. Me marcó un tiro en una corredera, ahí pongo el tiro, cae la mosca y pafff explota el agua. La frutilla del postre un hermoso doradillo arroyero.
Terminamos cuando literalmente no quedaba nada de luz. Extenuados luego de 14hs de pesca emprendimos el largo regreso… la frase de cierre la tiró Silvia en el auto, exhaustos, casi empachados de pesca, callados, sin fuerzas siquiera para hablar, dijo: “ Ya estoy pensando cuándo vamos a volver “ Allí comenzamos a planear la próxima salida.
Es así la fiebre amarilla.
Saludos!
Juan.
Gracias Hernan!
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